El pasado 26 de
abril, el poeta Escandar Algeet compartió sus versos con los alumnos de 4º de
ESO del IES Valmayor, que no sólo tuvieron la oportunidad de escucharle
recitar, sino también de trasladarle algunas preguntas sobre sus motivaciones
poéticas y vitales. “La magia de escribir es que cuando salga de ti tenga un
extraño sabor a ti mismo”.
Escandar ofreció una
selección de textos con los que pudimos comprobar cuáles son los temas que conforman
su imaginario poético. Sus reflexiones sobre la juventud, la educación, la
libertad, la familia o el amor se nos dibujan como un horizonte real, hecho
verso.
Inauguró el encuentro
con el poema “Dile a tu libertad que me
devuelva mis cadenas. Ya nos veremos en invierno”:
(…)
Yo
tenía que haber sembrado aire, creado refugios y cumplido sueños, tenía que haber inventado algo que no
fueran palabras, haber apostado con fe por la piel ajena, haber disparado
alguna vez contra mí mismo. Yo debería
haber sabido destilar con sudor el talento y el fuego con carbón. Debería
haberme manchado las manos, molido los ojos y partido la cara. Y tenía que
haber aprendido a bailar, ese acto mágico de la naturaleza.
Yo tenía que haber
criado poesías de amor que dieran su fruto, pero me quedé ensimismado regando
su muerte. Dejándola participar y herirme. Es la fiesta de la sangre y tú también
estás invitado, sólo tienes que perderte para llegar hasta aquí.
A través de los
versos de “Felices 20”, Escandar evocó
sus años de juventud veinteañera para reconocerse en continua búsqueda y
persecución:
(…)
Desde
mis treintaycero afirmo
con
la insolencia de llevar un sol en el pecho
que
seguimos llenos de curiosidad y dudas
que seguimos siguiendo
sentimientos
persiguiéndonos a
nosotros mismos
tras
la lógica absurda
nuestra
razón de emociones
tras la ebria edad sin
cura
nuestras
canciones de cuna contra el tiempo
nos
disculpen los señores en resumen
nosotros solo seguimos
queriendo.
Cuestionarse a sí mismo, cuestionar el mundo. El poeta nos habló de su
visión de la educación recitando el poema “Deseducado”:
Me educaron para ser el primero. Para convertir a los demás en segundos. En
últimos.
Me dijeron tienes que ser mejor. Que los otros.
Me dieron números para que pudiera cuantificar mis éxitos en sus fracasos.
Me dieron números para que pudiera cuantificar mis éxitos en sus fracasos.
Me instauraron la jerarquía como paradigma de la
responsabilidad.
Y la burla para cualquier tipo de duda.
Y la burla para cualquier tipo de duda.
Y las dudas, me las enseñaron como signo de
debilidad.
Tengo un dibujo de mí mismo lleno de cosas que me dijeron.
Tengo un dibujo de mí mismo lleno de cosas que me dijeron.
Aprendo a desaprender:
el hogar: la risa: el camino.
Pero no hay hábito de silencio en este refugio.
Subo la música a los problemas.
Y ahora que me he visto desnudo
poco a poco
me desvisto.
el hogar: la risa: el camino.
Pero no hay hábito de silencio en este refugio.
Subo la música a los problemas.
Y ahora que me he visto desnudo
poco a poco
me desvisto.
Nos habló de lo
importante que han sido siempre las
mujeres en su vida, desde la infancia. A una de sus tías dedica el poema “Pandeniñas”, a dos
voces:
Soy la que se
levanta por el pan recién hecho
La que se despierta
con los niños cansados.
La que les mece el
recuerdo que ellos llamarán infancia.
Olía a trigo mojado en su regazo;
Olía a trigo mojado en su regazo;
En su oficio había un cariño callado, una cuna, muchas canas.
Conozco el hambre porque se lo quité a los míos.
Conozco el hambre porque se lo quité a los míos.
Soy la que hace del
ayer torrijas, sopas de ajo, migajas.
Cantaba en voz baja las vueltas al fuego de la leche hirviendo pastillas de
chocolate.
Ellos tenían
cuchillos y pesadillas; yo, niños y pan caliente. Yo, amor y amo.
La vida era el primer milagro que nadie contaba, pero ella partía el pan con las manos.
Tenéis que ser fuertes y buenos, porque fuertes y buenas son las personas cuando aman.
La vida era el primer milagro que nadie contaba, pero ella partía el pan con las manos.
Tenéis que ser fuertes y buenos, porque fuertes y buenas son las personas cuando aman.
Nadie lo llamará milagro, pero en mi infancia, ella partía el pan con las
manos y nos lo daba.
Una de nuestras alumnas de 4º de ESO pidió a Escandar que recitase “Un invierno sin Sol”, dedicado a otra de las mujeres importantes de su vida.
“Un invierno sin Sol”
(…)
Estas
son mis ruinas y esta es mi voz.
Un
paseo con vistas a los escombros.
Si
veis al amor por ahí, solo decidle que lo siento.
Que
el frío se ha hecho ciudad
y
yo, solo, he aprendido a quemarme.
Que
la poesía pague los destrozos
y
su recuerdo sea mi única migaja de calor.
Esta
es la historia de un derrumbamiento.
El
infierno hecho paisaje.
Mi
baile nupcial sobre el lodo.
Un
invierno sin sol.
“Fruto de tus raíces
eres semilla”.
Escandar nos explicó el origen de su nombre, heredado de su abuelo, fallecido
en Siria recientemente, recitando el poema “Padre
e hijo”, recogido en “La risa Fértil”.
Llevo su nombre y su
apellido, heredados de un país que no diré siento propio, pero sí cercano. Soy
el hijo que ve a su padre ser hijo por última vez. Refugiado en la mirada de
una distancia inabarcable, entiendo el dolor hasta sentirlo. También es mío. Me
pregunto hasta qué punto de ebullición puede compartirse el dolor. Hasta qué
punto de sutura puede unirnos. Hasta que punto suspensivo resiste el amor al
vacío, la ausencia lejana que llega hasta aquí para decirnos que no está, que
no estará cuando vaya.
Llevo su nombre y su apellido, la tierra seca de los dos sitios donde se criaron los que me criaron, la mirada triste del que siempre mira lejos o hacia abajo, el silencio de llorar por cansancio y distancia, la pregunta del en qué fallé, la respuesta del abrazo y esta sensación de que tanta juventud se me está yendo de las manos, se me están llenando de fantasmas los recuerdos, de personas a las que no puedo ver para recordarlos.
Llevo su nombre y su apellido, y sus 93 años en los ojos del hijo que tuvo a los veinticinco. Mi padre. Que coge el teléfono para contarme que está en la tierra y que qué puede hacer. Que qué puede hacer, dice mi padre. Que qué puede hacer. Si ya vino a construir la casa, curar el hambre y hacer la familia. Si ya tragó en toneladas la distancia y cuando parecía el oasis vino la guerra. Si se mira las manos encalladas de tanto azadón, pico y pala, y el sudor le gotea de tanto sueño a cuestas y callado. Si por no tener no tiene ni lágrimas y aun así insiste en la risa, en el no os preocupéis, en el no pasa nada.
Llevo su nombre y su apellido. Soy fruto de su raíz. Hijo del hijo. Doy gracias. Por ese tejido que unieron madre y hermana, camino hecho, a medias, y por hacer, jersey de lana, cuna de sueño, doy gracias por este presente, regalo y tiempo, el aire respirado de soplar juntos y crear el viento, la huella, el presagio.
Llevo su nombre y su apellido. Es 20 de octubre del 2016. Me llamo Escandar Algeet. Y estoy vivo.
Llevo su nombre y su apellido, la tierra seca de los dos sitios donde se criaron los que me criaron, la mirada triste del que siempre mira lejos o hacia abajo, el silencio de llorar por cansancio y distancia, la pregunta del en qué fallé, la respuesta del abrazo y esta sensación de que tanta juventud se me está yendo de las manos, se me están llenando de fantasmas los recuerdos, de personas a las que no puedo ver para recordarlos.
Llevo su nombre y su apellido, y sus 93 años en los ojos del hijo que tuvo a los veinticinco. Mi padre. Que coge el teléfono para contarme que está en la tierra y que qué puede hacer. Que qué puede hacer, dice mi padre. Que qué puede hacer. Si ya vino a construir la casa, curar el hambre y hacer la familia. Si ya tragó en toneladas la distancia y cuando parecía el oasis vino la guerra. Si se mira las manos encalladas de tanto azadón, pico y pala, y el sudor le gotea de tanto sueño a cuestas y callado. Si por no tener no tiene ni lágrimas y aun así insiste en la risa, en el no os preocupéis, en el no pasa nada.
Llevo su nombre y su apellido. Soy fruto de su raíz. Hijo del hijo. Doy gracias. Por ese tejido que unieron madre y hermana, camino hecho, a medias, y por hacer, jersey de lana, cuna de sueño, doy gracias por este presente, regalo y tiempo, el aire respirado de soplar juntos y crear el viento, la huella, el presagio.
Llevo su nombre y su apellido. Es 20 de octubre del 2016. Me llamo Escandar Algeet. Y estoy vivo.
Nuestro invitado cerró su
recital con un texto dedicado a su madre, de la que, entre muchas otras cosas,
aprendió a sobrevivir:
¿Cómo se sacan las castañas del fuego?
A los 17 mi madre vio que me iba de casa,
así que un día me cogió por banda
y me enseñó a freír un huevo.
Yo apenas había vivido más allá de las 3 calles de
Palencia,
tenía un caudal de sueños por achicar
y un semáforo en rojo en la cuenta atrás de ponerse en
verde.
Acababa de amanecer un nuevo siglo,
la gente de clase hacía pellas repartiendo cartas de universidad
y la castañera de la calle mayor
mientras
seguía dándole vueltas al frío.
Preocupada, intuyo, por el qué iba a comer y cómo,
mi madre
me enseñó a cocer pasta,
a cortar lechuga
y picar ajo para darle sabor al cerdo.
Y una tarde; como ya he dicho,
me cogió por banda
y me enseñó a freír un huevo.
Yo estaba en segundo de bachillerato
y lo único que me preocupaba
(no he cambiado tanto)
eran las chicas, el cine y la poesía
y en ese desorden
coleccionaba pósters pensando en cómo sería mi vida.
Pero mi madre,
tímida, preocupada y repleta de ternura,
insistía:
llenaba una sartén de aceite,
lo calentaba
y con los ojos me decía: aunque te quemes, tienes que
ser fuerte.
Así aprendí a romper la cáscara,
a poner dos huevos sobre la mesa
y a sobrevivir en este mundo de mierda
que tanto me gusta tantas veces.
Cuando alguien me pregunta
¿cómo se sacan las castañas del fuego?
respondo
lo que aprendí viendo en las manos quemadas de mi
madre:
quemándote
para que así otros,
los tuyos,
no se quemen.
Escandar Algeet nació
en Palencia (España) en 1984. A los dieciocho años marchó a Ponferrada para
estudiar cine en una escuela desaparecida actualmente. Tres años después se
traslada a Madrid, donde desempeñó diferentes oficios para sobrevivir, entró en
contacto con tertulias poéticas, estudió guion y un ciclo formativo de
producción audiovisual. En 2009 apareció su primer poemario, Alas de mar y
prosa, centrado en su entorno más próximo; al que seguirán Un invierno sin Sol; Tres tristes trastes (2015); Ojalá
joder (2015); Y toda esa mierda (2015); todos ellos editados por
'Ya lo dijo Casimiro Parker'. Su último libro de poemas se titula La risa
fértil (2017).
Muchas gracias. ¡Qué fantástico! Mi hijo vino diciendo "Ha estado bien lo de Escandar Algeet, me ha gustado"
ResponderEliminarYo tengo 56 años y me ha encantado.
Gracias de nuevo
Gracias por el comentario, Mercedes. Nos alegra que los alumnos disfruten de estas actividades. Creemos que escuchar a un poeta de viva voz es una verdadera lección de Literatura.
EliminarSaludos.